En un chiste acerca de la Revolución Francesa, en el que dos
rollizos nobles, intelectuales de la Ilustración, con su peluca empolvada,
contemplan la toma de la Bastilla desde el balcón de su palacio y observan a la
multitud, atropellándose en una manifestación popular llena de voces, bieldos y
escarapelas tricolores, gritando: "¡Libertad, igualdad, fraternidad!"
y cantando el "Allons enfants de la Patrie" de La Marsellesa. Uno de
los nobles dice al otro: "Realmente, todos mis valores e ideas son
solidarios con los de esta gente, pero, la verdad, hay tanta polvareda y
empujones ahí abajo, que prefiero participar desde mi balcón".
El chiste nos invita a una reflexión sobre las élites
directivas en las organizaciones y sobre su capacidad real de cambiar,
aprender, contactar y comunicarse con el resto de personas para ejercer el
auténtico liderazgo que se espera de ellas.
Algo tan simple que la naturaleza humana esta siempre
dispuesta a olvidar es la realidad de que ellos son solo una parte de la
organización, una parte clave, quizás la más importante; pero en definitiva
solo eso, una parte y no la totalidad.
Esta idea se vio fuertemente reflejada en España durante el
gobierno de Carlos III, un mandato que corresponde en líneas generales, a la
tendencia política que conocemos como Despotismo Ilustrado, entonces vigente en
muchos países de Europa. También
se le suele llamar despotismo
benevolente o absolutismo
ilustrado; y a quienes lo ejercen, dictador benevolente.
Esta idea partía del concepto de estado absoluto, del papel
del gobernante como benefactor de su pueblo, a través de una monarquía
omnipotente. La política en beneficio del país, pero sin contar con él; según
el axioma “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”.
En parte, la política de Fernando VI y Ensenada ya correspondía
con tal definición, pero fue durante el mandato de Carlos III el auge de los
ministros ilustrados, que pretendían introducir cambios en la vida política sobre
todo en lo que apela a la producción industrial, comercio y agricultura. A pesar
de ello, no eran revolucionarios: querían un Estado económicamente fortalecido,
mientras que el estado de bienestar de su población era su objetivo secundario.
El Oro y el Caos: quinientos años de imperialismo, deudas y derrumbes,es un libro como bien define su propio autor, "del dinero". Del oro, del papel, del paso de uno a otro, de ese complicado ente que llamamos "economía y de su relación con la caída de los imperios.
Es una línea de continuidad entre guerras, deudas y fluctuaciones; entre formas de pagar, de pedir prestado, de financiarse y de invertir.
Está escrito por Kwasi Kwarteng, este gran autor nació en Londres en 1975, de padres ghaneses, estudió historia en la universidad de Cambrige, y desde 2010 es miembro de Parlamento Británico.
Antes, trabajó como analista financiero y es autor de varios libros sobre historia económica siendo este el primero ene ser traducido a español.
El libro queda perfectamente estructurado en cuatro partes; la primera de ellas, el establecimiento del orden abarca desde el 1500 con la abdicación de Carlos V, como se produjo ese gran descubrimiento del tesoro de nuevo mundo que acabó derivando en una tremenda inflación para la corona española mientras Francia e Inglaterra luchaban por ser la principal potencia de las finanzas modernas (Fundación banco de Inglaterra 1694, Plan Missisippi, Compañías de los mares de Sur), y como la City de Londres se convirtió en el "Banco del Mundo", en el centro de un imperio financiero gracias a protagonistas como Keynes , además de como esa expansión coincidió con el auge de sus colonias, EEUU.
La segunda parte titulada Las Consecuencias de Armagedón, comienza explicando la caída de Londres y de su bolsa, y como se estableció ese inesperado comienzo de la Guerra en 1914. En este momento Nueva York eclipsó a Londres como banquero del Mundo, debido a grandes errores llevados a cabo como Churchill y su intención de la recuperación del valor de la antigua Libra respecto del dolar. Una vez finalizada la guerra, hace gran hincapié en el gran error que fue el Tratado de Versalles y esas indemnizaciones a Alemania que supusieron esa Hiperinflación de 1922.
Continua con el Crack del 29, esa gran depresión en EEUU provocada por la considerable expansión crediticia durante los años 20.
El tercer bloque del libro, Paz: el nuevo orden del dólar, transcurre desde el comienzo de la II GM, de la necesaria aparición de nuevas formas de financiación y la generosidad de EEUU en un claro ejemplo de "egoísmo ilustrado" (Plan Marshall, Paradoja de Triffin). A pesar de sus derrota en la guerra el libro relata esa espectacular recuperación económica impulsada por su propias políticas, pero bajo el control y la influencia norteamericana en todo momento.Este tercer capítulo finaliza con la retirada imperial, como Estados Unidos comenzó a mirar más por su intereses propios, destaca el presidente Nixon.
El último y cuarto capítulo del libro narra aproximadamente desde el 1973, con la aparición de ese nuevo "arma" del petroleo cuyo impacto todos conocemos en el día de hoy. En este ambiente surgen pensamientos como el de Callaghan sobre la recesión, destituido por Thatcher, que junto como el presidente Reagan se sostuvieron al patrón oro y redujeron la inflación en ambos países. El libro finaliza con personajes característicos del último siglo como Helmut Kohl o Papantoniou, la visión de futuro de Europa con la creación de una nueva moneda, el impulso de china durante este nuevo siglo y las últimas crisis financieras en Grecia, Irlanda o Portugal.
Una de las cosas que surge cada vez que hay una crisis
monetaria y financiera de carácter global son las llamadas a una vuelta del
patrón oro, la definición de la moneda en una cantidad correspondiente en oro. El
abandono del patrón oro en el periodo de entreguerras de forma inevitable dada
la realidad social que surge en Europa y en EEUU, después de la Primera GuerraMundial y argumento que las condiciones que provocaron tal abandono siguen
presentes.
Son muchos los que proponen la vuelta del patrón oro, pero
no lo hacen al patón oro tal y como existió, sino que dichas propuestas vienen
en una visión idealizada del funcionamiento de la economía.
Cuando un país adopta el patrón oro, fija la cantidad de
dinero en circulación. En este sentido la consecuencia fundamental, pero no la
única, del patrón oro es que, si es creíble, elimina la discrecional de la
política monetaria.En este sistema de patrón oro, solo se puede producir dineroa partir de la cantidad de reservas de oro que disponemos; siguiendo nuestra fórmula de demanda agregada Y=C+I+G+(X-M),sí el tipo de interés subiese, bajarían como consecuencia los ingresos y con ello la produccción..
El patrón oro puro, por tanto, eliminan las políticas de
demanda como factor de la política económica con graves implicaciones en lo que
se refiere a la absorción de shocks imprevistos en la economía y al suavizado
del ciclo económico. Cuando varios países adoptan el patrón oro fijan a su vez
las paridades entre ellos, determinadas como están por el tipo de cambio de
cada moneda frente al oro. Cualquier desviación del tipo de cambio entre dos
países del tipo implícito dada su equivalencia en oro resulta en los
consiguientes flujos de oro, mediante un proceso normal de arbitraje. La
consecuencia fundamental del patrón oro en este aspecto es que un shock en un
país bajo el patrón oro se transmite completamente a otro país bajo el mismo
patrón, con graves implicaciones para la actividad económica de dicho país. Dependiendo si el país se encuentra en una situación de déficit o superávit, presentará distintos mecanismos; en un país con déficit, se produce un incremento del tipo de interés interbancario y de los bancos comerciales, se nos presentan entonces tres mecanismos para explicar la entrada de oro, el primero sería la entrada neta de capitales,la reducción de la inversión (esta actúa de forma inversa a el tipo de interés), y la reducción de la masa monetaria en circulación (teoría cuantitativa del dinero). Por otro lado, en un país que presente superávit: la salida neta de capitales,el incremento de la inversión y el incremento de la masa monetaria en circulación. Sin embargo estos mecanismos presentan dos problemas visibles; en un país con déficit el gran problema sería que para que haya equilibrio hemos de aceptar que haya desempleo y con ello la reducción de los salarios. En cuanto a un país con superávit, simplemente la situación de renunciarlo mediante una salida de oro.
Entonces si tan bueno era el patrón oro, ¿Por qué murió y
por qué no se apoya su vuelta?
El sistema monetario que se adopte no puede considerarse de
forma aislada, sino que tiene que ser complementario, en el sentido económico
de la palabra, a la gran variedad de instituciones que gobiernan la realidad
económica de las naciones. Además, el sistema monetario tiene que ser diseñado
con una visión realista de las instituciones que gobiernan todas las
transacciones económicas, no sólo una parte. Hay que aclarar que el sistema
monetario no es un fin en sí mismo; es un medio para la prosperidad de la
sociedad.
Argumentos como que el dólar o la libra se devalúan frente
al oro como consecuencia del abandono del patrón oro son irrelevantes. Lo
relevante es si la renta o el consumo per cápita real de una sociedad es más
alta y menos volátil bajo el patrón oro u otro sistema monetario, si crece a
mayor ritmo, si la tasa de desempleo es más baja o menos, etc. Esto es, lo que
hay que mostrar es la conexión entre un sistema monetario concreto y la
estabilidad económica. Y hay que mostrarlo con una observación detallada de la
evidencia empírica y de la experiencia histórica.
El patrón oro: Numero
de países en el patrón oro. 1919-1937. Fuente: B. Eichengreen, Golden Fetters,
El beneficiario del mantenimiento del patrón oro era
precisamente el inversor global que podía contar con la estabilidad cambiaria
para distribuir su capital por el mundo de la forma que considerase más
conveniente, en la seguridad que cualquier shock que afectase a la cuenta
corriente no resultaría en titubeo alguno con el mantenimiento del patrón oro;
el ajuste necesario sería a costa de una depresión de la demanda interna que,
probablemente, no afectase en mucho su fortuna.
En esta realidad social que impera hoy, los motivos por los
que el patrón oro se abandonó siguen presentes hoy. El patrón oro, como un
sistema de paridades fijas, es políticamente muy difícil de mantener. Como
decía Juan de Mercado, aquellos que lo defienden han de considerar estos
argumentos. Es difícil ver cómo puede una sociedad adaptarse al sistema
financiera; más bien al contrario, es el sistema monetario el que es un
producto de la realidad institucional de un país.